viernes, 22 de abril de 2011

UNA BALADA PARA JONI LEZCANO

Hace unos dìas, buscando la forma correcta de escribir el apellido de Joni (es Lezcano, con z) volví a encontrarme con la historia y los horrores de la historia. Y escribí esto -En un caballo blanco y con un tiro en el cuello- que la gente de Sigue Leyendo publica hoy.
Pasen y lean.
O lo pueden leer acá, con unas mínimas correcciones y título nuevo:

LA BALADA DEL PAYASO MUERTO
When there's no future
How can there be sin
(J. Rotten)
I
Me acuerdo que me enteré de su muerte por un mail de una ex compañera de trabajo, Eva Arias. Era septiembre de 2009.
En el mail Eva describía la sonrisa, la habilidad futbolera y yo pensé, hasta llegar al nombre, en otro pibito de los nuestros, más barrilete: Fede.
Pero, no. Joni. Y fue un baldazo.
Él era -como Leo- el que tenía que zafar, la gran esperanza de aquel equipo de operadores que -con tropiezos, torpezas y muchísimo entusiasmo- habíamos empezado a armar en el Instituto de Menores General San Martín en 2007, bajo la dirección de esa máquina de pensar y actuar que es –la también escritora- Raquel Robles.
Joni había llegado al San Martín después de matar a un narco de su barrio, la pesada Villa 20, de la zona sur de la Ciudad. Tenía 15 años y se entregó a los dos días. Pasó 10 meses guardado. En un autorretrato que hizo durante el taller de fotografìa que daba mi amiga Marina Lafuente se lo puede ver sonriente, la mirada color almendra fija en la cámara, entre el funyi negro y la roja nariz de payaso.
Para que se den una idea de quién era Joni les voy a contar una sola: en el San Martín habíamos armado una murga, se habían pasado un largo par de meses ensayando y Joni era el bombo principal. Pero le llegó la libertad, el egreso. ¿Se entiende? El pibe tenía 15 años, había pasado los últimos diez meses preso y llegó la orden del juez para que lo liberen. Pero la murga tocaba dos días después, en los festejos de fin de año y Joni decidió quedarse dos días más -encerrado- para no arruinarles la fiesta a sus amigos.
Cuando unos meses después, apareció la oportunidad inédita de, con permisos judiciales, sacar a los chicos del Instituto por un fin de semana y llevarlos a la playa, por lo que representaba para todos –para los que trabajábamos ahí, pero sobre todo para los otros chicos- se lo invitó. Joni fue el único pibe que, sin estar detenido, participó de ese viaje. Hay una foto, hermosa, en la que sonríe sobre un caballo blanco. II

Pasado un tiempo Joni empezó a tener algunos problemas: una recaída en su adicción al paco, los narcos del barrio que le querían cobrar la muerte de su socio; algunos ex compañeros de correrías que le recriminaban haberse ido a entregar; otra caída -en el Instituto Rocca, ahora- por robo; pero, sobre todo, múltiples problemas con la policía. Se dicen que lo perseguían, que lo hacían robar para ellos, que le cobraban para dejarlo estar.
En febrero de 2009 un policía de la comisaría de la zona, apodado el Indio, fue a advertir -amenazar- a Angélica, la madre de Joni: cuidelo señora, o le va a pasar algo. Si no se la damos nosotros se la van a dar los narcos.
Y a partir de ahí una escalada de violencia: una paliza al mes siguiente por dos policías de civil de la que lo rescataron, apenas, la madre y la tía; otra, dos semanas después. El 25 de abril Angélica presentó una denuncia por resguardo de persona en el juzgado de Menores Nro 5 de la Ciudad de Buenos Aires.
El 7 de julio el Indio, acompañado de otro policía de civil, le sacó unas fotos con un teléfono celular y le avisaron que no se les iba a escapar otra vez, que la próxima no se salvaría.
- Voy a ser tu sombra – amenazó el Indio. 24 hs después Joni estaba muerto. Una bala policial en el cuello.
Pero, como en las peores épocas de la Argentina, los asesinos uniformados no dieron la cara y con la complicidad del juez, abandonaron su cuerpo en la morgue judicial como NN.
La policía, mientras tanto, sembraba la confusión.
Cuenta Angélica: ellos mismos hacían correr rumores: que estaba en Ciudad Oculta o en la villa Zabaleta. Nos decían que estaba empacado o en algo con mucha guita y que nos quería resguardar de sus problemas. El subcomisario de la 52, José María Martínez, me llegó a decir que lo habían visto en la calle Pola, acá a la vuelta.
Junto con algunos vecinos, Angélica organizó marchas para pedir por la aparición de Joni y su primo (de 25 años), desaparecido el mismo día. En la primera de ellas, un policía le preguntó a una vecina para qué molestaban con marchas.
¿La madre todavía no vio el video?, terminó.
Y así siguieron las cosas más de 60 días, hasta que la insistencia de Angélica rompió el cerco y un empleado del juzgado que entendía en la causa, le avisó que su hijo era un cadáver NN.
Cuando lo fue a buscar le dijeron: ¿sabe lo que pasa, señora?, negritos de estos enterramos tantos sin que nadie los reclame.
Era 14 de septiembre, Joni estaba muerto desde el 8 de julio.
La versión oficial dice que Joni y su primo intentaron robarle la camioneta a Daniel Veyga y que, cuando descubrieron que era policía martillaron un arma para matarlo. El policía, en defensa propia, los mató a ambos.
Créase o no, eso dice la versión oficial.
Como lo importante era el robo del automotor y no la muerte de los pibes, el juez sobreseyó a Veyga sin investigar y cerró el caso. Así Joni y su primo fueron a la morgue sin identificar.
III
Hace unos días, en la marcha del 24 de marzo, vi una bandera de una organización barrial que lleva su nombre: Jonathan Lezcano, Kiki, para todos en la Villa 20; Joni, para los que lo conocimos en el San Martín, donde, a fin de año de 2009, las autoridades, los trabajadores y los chicos que estaban detenidos le hicieron un homenaje. Se invitó a la familia, se lo recordó, se puso su foto de a caballo en la tapa del primer número de la revista que hacen los chicos en el taller de periodismo. También se editó un video con imágenes del tiempo que pasó ahí y del viaje a la costa para Angélica.

IV
Pero el horror no termina.
Hay otro video. El video del que el policía le habló a la vecina durante aquella primera marcha. En el mismo se ve a Joni sentado frente al volante de la camioneta del agente Veyga, sangrando por el tiro del cuello y por una de sus orejas, haciendo un esfuerzo por respirar, la cabeza caída sobre el hombro. Y se oye que quien lo está filmando, mientras busca primeros planos de su agonía, le dice: a ver putito, hace arrancar la camioneta, la concha de tu madre.
Pocos segundos después le dice a alguien más que mejor llaman a una ambulancia, por las dudas.
Joni murió una hora y media después.
El agente Veyga, claro, sigue en libertad.
El horror no termina.
A mí me gusta pensar que escribo literatura del género negro. Pero la hija de mil putas de la realidad lo hace mejor. Mucho mejor.
Buenos Aires, 20 de abril de 2011

3 comentarios:

  1. Imposible comentar nada,le busco la vuelta solo encuentro bronca ,odio y se que no sirve ,se que es inútil, hasta acá lo único que se me ocurre es tratar de que la mayor cantidad de gente posible conosca la historia ,gracias por contarla,al menos para que podamos comprender mejor y el "NUNCA MAS" sea una realidad cotidiana.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por leerla, SA. Abrazo.
    kike

    ResponderEliminar
  3. a pocos dia de complirse 2 años de la muerte todavia no se condeno nadie. la verdad que los dian pasan la ravia creses al
    saber que el asesino esta asiendo su vida con total tranquilidad y la familia de jonathan ezequiel lezcano sufre el dia a dia de no porder ni siquiera poder darle un besos
    SOLO SE PIDE "JUSTICIA"
    hoy me pregunto si eso existe

    ResponderEliminar