Hacía muy poco de que había vuelto a Buenos Aires, después de casi cuatro años. Había tenido un día espléndido que no recuerdo muy bien, pero que –conociéndome- debió incluir sexo y bebida. Finalmente había ido a jugar al fútbol con mis amigos. Terminado el partido, sin bañarme ni nada, me tomé el subte rumbo a casa.
Tenía el cuerpo cansado y el corazón contento.
Me senté y apoyé la cabeza contra el vidrio de la ventanilla a medio abrir, a través de la que entraba el aire caliente que corre siempre en los subtes. A la estación siguiente subieron unos músicos: un percusionista con un cajón peruano, un bajista con un bajo de seis cuerdas y un acordeonista. Pinta de hippies, los tres. Uh -pensé- chamamé o una mierda de esas, tan bien que venía el día.
Pero el bajista dijo: vamos a hacer un poco de música ciudadana.
Explico para los que no son porteños: cuando alguien dice música ciudadana quiere decir Piazzolla; sino, se dice tango. Bue -pensé- a ver qué sale. Y cerré los ojos. El acordeonista (lo hacía sonar bastante como un bandoneón, por suerte) arrancó con Libertango.
Así es trampa -pensé- este tema no puede fallar. Entonces entró la percusión y, sobre el pucho, el bajista.
Wow. Una versión tremenda, que fue el cierre de oro para un día espléndido. La bandita se llamaba Un Vagón y les compré un CD que pasaron vendiendo.
Esto me gusta de estar en casa -recuerdo que pensé-, en Buenos Aires cualquier esquina es un teatro, cualquier tren es un escenario.
Otra de las cosas que me gusta de mi ciudad son las librerías. Sobre todo las de usados. Se dice, acá y allá, que en todo Brasil (que tiene casi 200 millones de habitantes) hay menos librerías que en Buenos Aires (donde somos 3 millones). No sé si el dato es real -y espero que no- pero lo que es cierto, es que casi imposible caminar quince cuadras en Buenos Aires sin encontrar una librería. Por ese milagro porteño hoy conseguí una primera edición de The Little Sister, de Chandler (publicado por Hoghton Mifflin Company, en 1949), por 30 pesos.
Sí, 7 dólares y medio.
Sí, 7 dólares y medio.
Sí, 6 euros.
Bueno, lo empecé a leer y en el segundo capítulo encontré una sentencia que me intrigó saber cómo había resuelto el traductor: Just windows shopping, huh?
Al ser un modismo debe requerir un modismo, supuse.
Mirando vidrieras, ¿eh?, hubiera escrito yo; En fin. ¿Es que sólo ha venido a echar una ojeada al escaparate?, resolvió el traductor de la versión que tengo de La hermana pequeña.
El librito es el número 80 de la serie Novela Negra de Libro Amigo Bruguera y salió en 1983. Si te gusta el género, seguro tenés unos cuantos en tu casa. Son esos que tiene el nombre del autor -en blanco-y el título -en amarillo- en el medio de la tapa, sobre una foto y bajo un dibujo de un revolver que te apunta directo a la frente.
Como sea, la cuestión es que empecé a leer el segundo capítulo desde el principio.
Oh, oh.
Al margen del color local (como en la frase anterior) o las pésimas decisiones que tomó el traductor (De la parte cómica me encargo yo, le hace decir a Marlowe, cuando lo que Chandler escribió es I’ll make the gags, o sea Las bromas las voy a hacer yo), ¡La puta traducción no es tal cosa sino un resumen!
Veamos.
Escribió Chandler:
Five minutes later the buzzer sounded on the outer door of the half office I used foe a reception room. I heard the door close again. Then I didn’t heard anything more. The door between me and there was half open. I listened and decided somebody just Lockheed in at the wrong office and Leith whitout entering. Then there was a small knocking on wood. Them the kind of cough you use for the same porpouse. I got my feet off the desk, atood up and Lockeed out. There she was. She didn’t have to open her mouth for me to know who she was. And nobody ever looks less like Lady Macbeth.
Tratemos una traducción aproximada, pese a mi inglés de principiante:
Cinco minutos después sonó la campana que cuelga de la puerta de la mitad de la habitación que uso de recepción. Escuché que se volvía a cerrar la puerta. Después no oí más nada. La puerta entre la otra habitación y yo estaba medio abierta. Escuché y decidí que alguien que se había equivocado de oficina y se había ido sin entrar. Entonces hubo un suave golpe en la madera. Entonces la clase de tos que se usa para eso mismo. Bajé mis pies del escritorio, me paré y fui a ver quién era. Ahí estaba ella. Ni tuvo que abrir la boca para que yo supiera quién era. Y nadie nunca se pareció menos a Lady Macbeth.
O algo así.
Vamos ahora con la versión de Bruguera:
Cinco minutos después sonaba el timbre de la pequeña habitación que me sirve de sala de espera. Estaba con los pies arriba de la mesa, los bajé y fui a abrir. Estaba allí. Nadie podía parecerse menos a Lady Macbeth.
113 palabras en la versión de bueno de Ray, 118 en la mía, 40 en la del traductor.
Recordé entonces la cantidad de libros de esa colección que leí a lo largo de mi vida, todos esos relatos salvajes escritos en un cortante estilo hemigwayano. Pensé que La hermana pequeña había sido por todos estos años -junto con Playback- el punto más bajo de la saga de Marlowe para mí. Me di cuenta, entonces, que a la desventaja que siempre supone leer traducciones –traduttore, traditore, dicen los tanos- hay que sumarle acá la mala leche, la voluntad de ahorrar en páginas.
Volví entonces a mi biblioteca –que es un quilombo que no acomodo desde hace dos departamentos- pero como no hay orden alfabético ni nada, el único libro con el que logré dar de la misma la misma serie es uno de Pérez Merinero que, por supuesto, no está traducido. Encontré en cambio algunos otros (tres Macdonald, un Himes, un Goodis, un Hammett) de Bruguera Libro Amigo pero de otra colección, Literatura Policíaca. Como de Viernes Negro y El Halcón Maltés tengo ediciones en inglés, las cotejé. Están bien.
Así que nos quedamos sin saber si los afanes de recorte son política editorial o una decisión del traductor. Ni importa.
El tipo se llama Vignoly, Juan Vignoly.
Pregunto ahora a los amigos que viven en España: ¿Conoce alguno a Juan Vignoly?
Si es así, díganle que digo yo que se vaya a la puta madre que lo parió.
Buenos Aires, 9 de abril de 2011
Traducido por Vignoly sería: "Invite Vignoly to go to the bitch mother that threw him across the light".
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