domingo, 17 de octubre de 2010

LA LITERATURA -NO- ES UN COVER ETERNO (apuntes para un parricidio anunciado)

I
Si uno mira las dos fotos del reportaje a Andrés Rivera en el número 368 de Ñ
(16/10/10), podría anticipar un poco lo que va a encontrar en le texto. La primera es actual, quizá del día en que se hizo el reportaje; la otra ya es un clásico: Rivera parado en una escalera, junto a una ventana, sonriendo. Hay entre ambas fotografías unos cuantos años. Pero parece no importar, quizá porque Rivera se ha transformado en una repetición. Y lo decimos con dolor.

II
Nos venía pasando con sus libros. Los comprábamos, los leíamos, encontrábamos, claro, algunas páginas que nos recordaban que estábamos frente a un gran escritor, el mejor escritor argentino vivo, pero el resultado final era más bien decepcionante: Rivera está publicando -uno tras otro, a un ritmo frenético- unos libros que son como versiones de un plagiario de Rivera. Se transformó en su propio Danger Four, una banda de covers, una máquina de producir remakes de sí mismo.
En la entrevista dice que va a publicar dos novelas más (Kadish y SO4H2) y después se va a dedicar a leer a los otros. Dice, también, que aprendió más de Borges en una única entrevista que le hizo que de la lectura de sus libros y su poesía (sic). Habla de proverbios marxistas, de ser un escritor con las medallas colgadas de la chaqueta, del comunismo de Borges. Supone cosas como que es difícil pensar en una nación dirigida por Barak Obama a un Hemingway o qué les enseñan los maestros a los chicos en la escuela sobre la Revolución de Mayo. Y cuenta que es adicto a la televisión y suele escuchar invitados a TN para comprobar que la clase política ya no es lo que era y no sabe, ni siquiera, dónde poner las comas y los puntos de su discurso.
Pero también dice otras cosas. Y en esas cosas que dice, quizá haya que buscar una continuidad con las fotos repetidas, con los libros idénticos.

III
Rivera habla t
ambién -con sentencias o preguntas que esconden sentencias- de la literatura y el mercado editorial nacional.
Dos veces durante la entrevista Rivera reconoce que no está leyendo literatura argentina contemporánea. Para, a renglón seguido, afirmar que los escritores argentinos no tenemos nada para discutir, nada para enfrentarnos, nada para polemizar, no hay en el universo de los escritores fracciones como Boedo y Florida. O que cuando él
empezó a publicar existína las pequeñas editoriales (que al mes quebraban, dice) y que hoy, en cambio, la plaza editorial está ocupada por los sellos que provienen de España.
También se pregunta, nos pregunta, ¿quién habla hoy de Roberto Arlt?
Y a esta altura el cover de sí mismo -armado con el pesimismo ilustrado y la pregunta retórica con pretensiones filosas e incisivas- no sólo es aburrido sino que se pone reaccionario.

IV
Hace unos años, desde Juguetes Rabiosos (anoten el nombre) le pedimos a Rivera que nos escribiera un artículo sobre Juan Carlos Onetti. El artículo en cuestión, Faulkner en el Río de la Plata, terminaba preguntando -suponiendo que casi nadie- quiénes se acordaban de Onetti y Faulkner, omitiendo que, justamente, en una revista literaria de distribución gratuita hecha por escritores de entre 25 y 35 años estabamos recordándolos.
En esta misma cuerda, es que Rivera ahora se pregunta -le pregunta al entrevistador de Ñ,
nos pregunta- quién habla hoy de Roberto Arlt. Y ante la respuesta del periodista (Piglia, le dice) Rivera retruca: y cuando se muera Piglia, ¿quién va a hablar?
Entonces la pregunta sería, más bien, con quién dialoga Andrés Rivera desde el piso 12 de su departamento en el barrio de Belgrano.
Porque toda la llamada generación del 90 habla de Arlt. Porque Pablo Ramos, Fabián Casas, Ricardo Romero, Leonardo Oyola, Washinton Cucurto, Juan Terranova; todos hablan de Arlt y usan, con mayor o menor acierto, sus enseñanzas. Porque Juguetes Rabiosos revista para la que él escribió, le dedicó un número entero a Arlt, como también lo hizo Sudestada, uno de los emprendimientos culturales más interesantes del post-2001, en cuyas páginas Rivera es invitado habitual. ¿De qué cree Rivera que están hablando quienes armaron el 8vo Loco, una de esas
pequeñas editoriales que supone que ya no existen, cuando la bautizaron así?
Nadie habla de Arlt, dice Rivera.
No hay grupos como Florida y Boedo, dice.
Dice: ya no existen pequeñas editoriales.
Y es dable preguntarse si con estas posiciones estáticas y prejuiciosas no colabora, sin querer o queriendo, a invisibilizar a las nuevas generaciones de escritores que no conoce pero que existen y están laburando ahora mismo sobre su obra.
Y es muy difícil no pensar en su amigo José Luís Mangieri, que descubrió y editó escritores jóvenes hasta sus últimos días; cuesta no pensar en Ricardo Piglia, quién en una nota para Ñ (abril de 20o8) -recién llegado de Estados Unidos después de varios años de no vivir en el país- decía: traté de buscar y he estado viendo algunas revistas culturales muy interesantes, más o menos under como Odradeck, Esperando a Godot, Juguetes Rabiosos, Sudestada. Entré en contacto con ellos y tuvimos varias conversaciones.
Entonces la pregunta no es si alguien habla de Arlt o si los escritores argentinos tenemos cosas para discutir, sino quiénes son los que hoy, como escritor consagrado, Rivera considera sus otros. O la pregunta puede ser cómo sabe, cómo puede saber un hombre de 82 años que, detrás de sus medallas, decidió dejar de leer literatura argentina contemporánea, qué debates se están dando en la misma; cómo puede conocer a quienes están escribiendo, leyendo y pensando hoy.
La pregunta, muy en su estilo, es si Rivera esperará -desde el piso 12 del departamento en la calle Echeverría- que TN se lo cuente.

Buenos Aires, octubre de 2010.

sábado, 2 de octubre de 2010

"Ese nombre" en Sudestada #93

Además de notas sobre Sendero Luminosos, el arte de Oski y el Martín Fierro, entre otras, los amigos de la revista politico-cultural Sudestada (pueden espiarla haciendo click en la foto) publicaron en su número de octubre mi relato Ese nombre, acompañado por un hermoso dibujo de Ariel Tenorio.
¿Ya espiaron? Ahora cómprenla, tacaños, sale sólo 8 pesos.

Gracias, Walter

PRIMERÍSIMOS PASOS

(Con un poco de suerte y mucho trabajo, estas poco más de cien palabras que siguen seran el gérmen de mi cuarta novela. El personaje principal, Quiroga, es un viejo conocido. Veremos. Salud!)

En los cuatro casos fue igual.
Quienes estaban a unas cuantas butacas, en los alrededores, llegaron a oír apenas un estertor, un gemido ahogado y un poco ronco. Los que estaban más cerca pudieron, incluso, escuchar el sonido del líquido espeso al brotar y caer sobre el suelo sucio y el asiento de cuerina. Pero en esas salas nadie hace caso de esos ruidos.
Después, como es costumbre, vieron a uno de los dos hombres, el que estaba inclinado, levantarse apurado y dejar el lugar.
Nadie notó nada extraño, nadie escuchó nada extraño.

Nada.

Pero en menos de una hora, Buenos Aires tenía cuatro nuevos asesinatos. Cuatro tipos degollados, mientras en las pantallas -erecciones enormes, siliconas inconcebibles- las películas seguían rodando en continuado.