I
Si uno mira las dos fotos del reportaje a Andrés Rivera en el número 368 de Ñ (16/10/10), podría anticipar un poco lo que va a encontrar en le texto. La primera es actual, quizá del día en que se hizo el reportaje; la otra ya es un clásico: Rivera parado en una escalera, junto a una ventana, sonriendo. Hay entre ambas fotografías unos cuantos años. Pero parece no importar, quizá porque Rivera se ha transformado en una repetición. Y lo decimos con dolor.
II
Nos venía pasando con sus libros. Los comprábamos, los leíamos, encontrábamos, claro, algunas páginas que nos recordaban que estábamos frente a un gran escritor, el mejor escritor argentino vivo, pero el resultado final era más bien decepcionante: Rivera está publicando -uno tras otro, a un ritmo frenético- unos libros que son como versiones de un plagiario de Rivera. Se transformó en su propio Danger Four, una banda de covers, una máquina de producir remakes de sí mismo.
En la entrevista dice que va a publicar dos novelas más (Kadish y SO4H2) y después se va a dedicar a leer a los otros. Dice, también, que aprendió más de Borges en una única entrevista que le hizo que de la lectura de sus libros y su poesía (sic). Habla de proverbios marxistas, de ser un escritor con las medallas colgadas de la chaqueta, del comunismo de Borges. Supone cosas como que es difícil pensar en una nación dirigida por Barak Obama a un Hemingway o qué les enseñan los maestros a los chicos en la escuela sobre la Revolución de Mayo. Y cuenta que es adicto a la televisión y suele escuchar invitados a TN para comprobar que la clase política ya no es lo que era y no sabe, ni siquiera, dónde poner las comas y los puntos de su discurso.
Pero también dice otras cosas. Y en esas cosas que dice, quizá haya que buscar una continuidad con las fotos repetidas, con los libros idénticos.
III
Rivera habla también -con sentencias o preguntas que esconden sentencias- de la literatura y el mercado editorial nacional.
Dos veces durante la entrevista Rivera reconoce que no está leyendo literatura argentina contemporánea. Para, a renglón seguido, afirmar que los escritores argentinos no tenemos nada para discutir, nada para enfrentarnos, nada para polemizar, no hay en el universo de los escritores fracciones como Boedo y Florida. O que cuando él empezó a publicar existína las pequeñas editoriales (que al mes quebraban, dice) y que hoy, en cambio, la plaza editorial está ocupada por los sellos que provienen de España.
También se pregunta, nos pregunta, ¿quién habla hoy de Roberto Arlt?
Y a esta altura el cover de sí mismo -armado con el pesimismo ilustrado y la pregunta retórica con pretensiones filosas e incisivas- no sólo es aburrido sino que se pone reaccionario.
IV
Hace unos años, desde Juguetes Rabiosos (anoten el nombre) le pedimos a Rivera que nos escribiera un artículo sobre Juan Carlos Onetti. El artículo en cuestión, Faulkner en el Río de la Plata, terminaba preguntando -suponiendo que casi nadie- quiénes se acordaban de Onetti y Faulkner, omitiendo que, justamente, en una revista literaria de distribución gratuita hecha por escritores de entre 25 y 35 años estabamos recordándolos.
En esta misma cuerda, es que Rivera ahora se pregunta -le pregunta al entrevistador de Ñ, nos pregunta- quién habla hoy de Roberto Arlt. Y ante la respuesta del periodista (Piglia, le dice) Rivera retruca: y cuando se muera Piglia, ¿quién va a hablar?
Entonces la pregunta sería, más bien, con quién dialoga Andrés Rivera desde el piso 12 de su departamento en el barrio de Belgrano.
Porque toda la llamada generación del 90 habla de Arlt. Porque Pablo Ramos, Fabián Casas, Ricardo Romero, Leonardo Oyola, Washinton Cucurto, Juan Terranova; todos hablan de Arlt y usan, con mayor o menor acierto, sus enseñanzas. Porque Juguetes Rabiosos revista para la que él escribió, le dedicó un número entero a Arlt, como también lo hizo Sudestada, uno de los emprendimientos culturales más interesantes del post-2001, en cuyas páginas Rivera es invitado habitual. ¿De qué cree Rivera que están hablando quienes armaron el 8vo Loco, una de esas pequeñas editoriales que supone que ya no existen, cuando la bautizaron así?
Nadie habla de Arlt, dice Rivera.
Si uno mira las dos fotos del reportaje a Andrés Rivera en el número 368 de Ñ (16/10/10), podría anticipar un poco lo que va a encontrar en le texto. La primera es actual, quizá del día en que se hizo el reportaje; la otra ya es un clásico: Rivera parado en una escalera, junto a una ventana, sonriendo. Hay entre ambas fotografías unos cuantos años. Pero parece no importar, quizá porque Rivera se ha transformado en una repetición. Y lo decimos con dolor.
II
Nos venía pasando con sus libros. Los comprábamos, los leíamos, encontrábamos, claro, algunas páginas que nos recordaban que estábamos frente a un gran escritor, el mejor escritor argentino vivo, pero el resultado final era más bien decepcionante: Rivera está publicando -uno tras otro, a un ritmo frenético- unos libros que son como versiones de un plagiario de Rivera. Se transformó en su propio Danger Four, una banda de covers, una máquina de producir remakes de sí mismo.
En la entrevista dice que va a publicar dos novelas más (Kadish y SO4H2) y después se va a dedicar a leer a los otros. Dice, también, que aprendió más de Borges en una única entrevista que le hizo que de la lectura de sus libros y su poesía (sic). Habla de proverbios marxistas, de ser un escritor con las medallas colgadas de la chaqueta, del comunismo de Borges. Supone cosas como que es difícil pensar en una nación dirigida por Barak Obama a un Hemingway o qué les enseñan los maestros a los chicos en la escuela sobre la Revolución de Mayo. Y cuenta que es adicto a la televisión y suele escuchar invitados a TN para comprobar que la clase política ya no es lo que era y no sabe, ni siquiera, dónde poner las comas y los puntos de su discurso.
Pero también dice otras cosas. Y en esas cosas que dice, quizá haya que buscar una continuidad con las fotos repetidas, con los libros idénticos.
III
Rivera habla también -con sentencias o preguntas que esconden sentencias- de la literatura y el mercado editorial nacional.
Dos veces durante la entrevista Rivera reconoce que no está leyendo literatura argentina contemporánea. Para, a renglón seguido, afirmar que los escritores argentinos no tenemos nada para discutir, nada para enfrentarnos, nada para polemizar, no hay en el universo de los escritores fracciones como Boedo y Florida. O que cuando él empezó a publicar existína las pequeñas editoriales (que al mes quebraban, dice) y que hoy, en cambio, la plaza editorial está ocupada por los sellos que provienen de España.
También se pregunta, nos pregunta, ¿quién habla hoy de Roberto Arlt?
Y a esta altura el cover de sí mismo -armado con el pesimismo ilustrado y la pregunta retórica con pretensiones filosas e incisivas- no sólo es aburrido sino que se pone reaccionario.
IV
Hace unos años, desde Juguetes Rabiosos (anoten el nombre) le pedimos a Rivera que nos escribiera un artículo sobre Juan Carlos Onetti. El artículo en cuestión, Faulkner en el Río de la Plata, terminaba preguntando -suponiendo que casi nadie- quiénes se acordaban de Onetti y Faulkner, omitiendo que, justamente, en una revista literaria de distribución gratuita hecha por escritores de entre 25 y 35 años estabamos recordándolos.
En esta misma cuerda, es que Rivera ahora se pregunta -le pregunta al entrevistador de Ñ, nos pregunta- quién habla hoy de Roberto Arlt. Y ante la respuesta del periodista (Piglia, le dice) Rivera retruca: y cuando se muera Piglia, ¿quién va a hablar?
Entonces la pregunta sería, más bien, con quién dialoga Andrés Rivera desde el piso 12 de su departamento en el barrio de Belgrano.
Porque toda la llamada generación del 90 habla de Arlt. Porque Pablo Ramos, Fabián Casas, Ricardo Romero, Leonardo Oyola, Washinton Cucurto, Juan Terranova; todos hablan de Arlt y usan, con mayor o menor acierto, sus enseñanzas. Porque Juguetes Rabiosos revista para la que él escribió, le dedicó un número entero a Arlt, como también lo hizo Sudestada, uno de los emprendimientos culturales más interesantes del post-2001, en cuyas páginas Rivera es invitado habitual. ¿De qué cree Rivera que están hablando quienes armaron el 8vo Loco, una de esas pequeñas editoriales que supone que ya no existen, cuando la bautizaron así?
Nadie habla de Arlt, dice Rivera.
No hay grupos como Florida y Boedo, dice.
Dice: ya no existen pequeñas editoriales.
Y es dable preguntarse si con estas posiciones estáticas y prejuiciosas no colabora, sin querer o queriendo, a invisibilizar a las nuevas generaciones de escritores que no conoce pero que existen y están laburando ahora mismo sobre su obra.
Dice: ya no existen pequeñas editoriales.
Y es dable preguntarse si con estas posiciones estáticas y prejuiciosas no colabora, sin querer o queriendo, a invisibilizar a las nuevas generaciones de escritores que no conoce pero que existen y están laburando ahora mismo sobre su obra.
Y es muy difícil no pensar en su amigo José Luís Mangieri, que descubrió y editó escritores jóvenes hasta sus últimos días; cuesta no pensar en Ricardo Piglia, quién en una nota para Ñ (abril de 20o8) -recién llegado de Estados Unidos después de varios años de no vivir en el país- decía: traté de buscar y he estado viendo algunas revistas culturales muy interesantes, más o menos under como Odradeck, Esperando a Godot, Juguetes Rabiosos, Sudestada. Entré en contacto con ellos y tuvimos varias conversaciones.
Entonces la pregunta no es si alguien habla de Arlt o si los escritores argentinos tenemos cosas para discutir, sino quiénes son los que hoy, como escritor consagrado, Rivera considera sus otros. O la pregunta puede ser cómo sabe, cómo puede saber un hombre de 82 años que, detrás de sus medallas, decidió dejar de leer literatura argentina contemporánea, qué debates se están dando en la misma; cómo puede conocer a quienes están escribiendo, leyendo y pensando hoy.
La pregunta, muy en su estilo, es si Rivera esperará -desde el piso 12 del departamento en la calle Echeverría- que TN se lo cuente.
Buenos Aires, octubre de 2010.
La pregunta, muy en su estilo, es si Rivera esperará -desde el piso 12 del departamento en la calle Echeverría- que TN se lo cuente.
Buenos Aires, octubre de 2010.
Me gustó el artículo Enrique. Me pasaba lo mismo la semana pasada leyendo la Ñ. Sobre todo por que, como vos decís, la generación de los 90 no ha olvidado a Arlt. Un ejemplo, lo tuve hace poco cuando estuvo Pablo Ramos en la facu de filosofía de San Juan, mi provincia, y posteriormente en la feria del libro de Mendoza, y las dos veces le escuché hablar de Roberto Arlt como unos de sus grandes maestros, junto a Castillo y Heker… Igualmente es ilógico que diga que no lee literatura argentina actual, y luego explique que murieron debates, lecturas y disputas editoriales…
ResponderEliminarUn abrazo, Eduardo Albornos, San Juan.