martes, 22 de febrero de 2011

JIM THOMPSON & the American Dad

En la imprescindible página Sigue Leyendo (podés encontrar el banner acá nomás, a un costadito) el escritor Carlos Zanón afirma que "a diferencia de los otros idiotas, el idiota USA sabe explicar una historia y en la historia que te explique te hablará de su padre" y aprovecha para hablar de uno de las obras mayores de nuestro género menor, 1280 almas, de Jim Thompson, el Ozzy Osbourne de la literatura policial.
Bueno, el artículo me gustó tanto que acá lo copio.
Salud!

PADRE MADE IN USA x Carlos Zanon

Hagamos una prueba. Cojamos al idiota más idiota del país. Mejor aún. Cojamos a los diez idiotas más idiotas de diez países idiotas distintos. Luego, busquemos al idiota más idiota de los USA. ¿Cómo distinguiremos a éste del resto? Por dos razones. Una, porque a diferencia de los otros idiotas, el idiota USA sabe explicar una historia. Y dos, que en la historia que te explique te hablará de su padre..

Primera prueba irrefutable.

El campesino faulkneriano afiliado al KKK y panocha en mano. El elefante negro cantante de rap. La senadora cazadora de ciervos desde un avión. Todos ellos saben explicar una historia. Que si han avistado un OVNI, que si Obama les tocó la cabeza cuando visitó su pueblo o cómo pasaron las Navidades en casa de tia Dorothy. Nada es gratuito. Su sistema educativo propicia el hecho de explicar las cosas. Y hacerlo con un relato coherente y entretenido. El que habla sabe que ha de captar la atención del que escucha. ¿Un ejemplo? Desde siempre, los críos USA juegan a ejercicios como ‘show and tell’. Éste consiste en traer un objeto de casa a la clase y explicar algo relacionado con él. Algo real o inventado. Verosímil siempre. De ahí a hacerte guionista o explicar que has visto a Elvis en el súper no media distancia.

EEUU fue el paraiso de la cultura de masas. Cualquier producto, aun creado por intelectuales, tenía que tener en cuenta el hecho de ser rentable, eficaz para un cuerpo democrático de consumidores. Directores de cine que en Europa eran ‘autores’, en los USA eran artesanos forrados de dólares. Una maquinaria en el corazón de un país mítico. Estados Unidos junto a Israel es la única nación occidental que explica sus historia a partir de mitos. Mientras ellos hablan de Moisés, el Mayflower, Pat Garrett, Abraham y Clark Gable, nosotros lo hacemos de la Peste Negra, priíncipes, caídas de Imperios y bodas de Estado. Tienes la mítica. Tienes la democracia. Y tienes la industria del espectáculo. Con eso la eficacia está asegurada. El borracho del bar, Tarantino, Waits y Dylan, el presidente (la historia del alcoholismo de Bush, el viaje de Obama: todo mítica). Todos con su historia.

Segunda prueba.

El padre. No es aventurado afirmar que si todos los machos procreadores USA hubieran sido Rajoy o Montilla no habría narrativa yanqui. La búsqueda del padre que no está. Del cabrón que abandona a tu madre. Que muere o regresa ileso o tullido de la guerra. Del inmaduro que se disfraza de Papa Noel o monta los Aerosmih. Del que abusa de ti de niña. Del que no viene a verte en la graduación. Del borracho, del jugador, del solitario, del depresivo, del héroe que fuma, bebe y mata. Del ejecutivo que llega tarde a casa cuando tú estás dormido. Esa gente viene del niño que grita en la puerta Shaaaane en Raíces profundas . Freud fue la matanza de los inocentes cuando entró en Hollywood.

Como última muestra de padre generador de terapias y cogorzas homéricas, el de Jim Thompson. Shérif como el prota de su 1280 almas. Un buen día de sobriedad Thompson fue a ver a su papi, ingresado en un sanatorio. El viejo quería salir pero tenía que pagar los meses de estancia. Jim le prometió que en un mes vendría con la pasta y le sacaría de allí. Así que se metió de lleno en la redacción a destajo -20 horas días, chúpate ésa, Larsson- de dos novelas que le permitiera reunir el dinero suficiente. Así fue. Pero el hígado de Thompson hijo le pedía una fiesta de celebración. Y la fiesta se alargó hasta un ingreso por alcoholismo. Cuando le dieron el alta, fue al sanatorio pero había pasado el plazo prometido de un mes y su padre se había suicidado. ¿Qué hizo Jimmy? Seguir bebiendo. Seguir escribiendo. Sobre su padre y sobre incumplir la palabra dada. Quizás sin él saberlo.