Cuando conocía a Franco él tenía 7 años. Es el hijo de la hermana de mi mujer. Su sobrino, mi sobrino. El papá de Franco es de River pero no iba a la cancha. Pasado un tiempo, a fuerza de insistir, lo convencí de que se hicieran socios. Así empezamos a ir juntos, cada domingo de local. Y, mientras pasaban los partidos, Franco empezó entender el juego (no la playstation, el fútbol) a diferenciar clases de jugadores, se hizo de sus primeros ídolos y su primeros despreciados, lloró en la tribuna cuando quedamos últimos o nos empataron un partido ganado, pero también cuando le dimos una paliza a la Mugre, el día de su primer Superclásico. Y aprendió también, en las discusiones que nos veía tener con otros hinchas, en lo que le pedíamos a los jugadores, en las charlas de las larguísimas vueltas a casa en el auto, qué es un hincha de River. Él -que a diferencia de otro montón de huevones de mi generación a los que, como les tocó la década de oro, creen que River es grande porque (si y sólo si) gana siempre- aprendió y ahora sabe, que River es grande por Historia, por lo que Actitud y por lo que nosotros esperamos del equipo. Que eso es nuestra identidad.
Recordemos que River estuvo 18 años sin salir campeón, que 10 de esos 18 no le ganó a Boca, que llegó a su primer Libertadores después de 20 años de que se jugara y la segunda una década más tarde. Y sin embargo, durante todo ese tiempo y pese a esos contratiempos, era el Más Grande.
¿Por qué?
Porque seguía siendo River: jugaba a lo River, pensaba a lo River, sentía a lo River. Porque los rivales le temían, los otros hinchas lo envidiaban y todos lo respetaban. Porque si no salía campeón era segundo jugando mejor, porque la selección estaba llena de jugadores del Club.
Entonces el problema no es jugar la Promoción. Quiero decir no es el único problema, que no es el problema principal.
El problema es pensar que un empate con Gimnasia (un Lobo casi descendido) es un buen resultado y hay que cuidarlo. Que un empate con San Lorenzo (un equipo al que le llevamos 21 partidos) está bien. O que está bien cuidar el 1-0 contra Racing, el equipo sobre el que tenemos la paternidad más amplia del fútbol argentino. O que de local, contra Newells, con un jugador más y faltando 7 minutos para que termine el partido, en un corner a favor no haya ningún jugador de River en el área grande.Porque lo importante, nos decían, es sumar.
Y ese es el problema: eso no es jugar como River, eso no es pensar como River, eso no es actuar como River. Eso es jugar, pensar y actuar como un equipo chico. Y los equipos chicos juegan la Promoción.
El problema, entonces, no es la Promoción sino la pérdida de la identidad. Es pensar que de esto salimos poniendo un poco más de huevos. Como si Román o Ferrero o Pavone o Pereyra no pusieran huevos. Como si con eso alcanzara. Como si huevos no pusieran también los jugadores de Almirante Brown.
Pero claro, eso es lo que nos venden Olé y Niembro: Lo importante es el puntito, poner huevos es más importante que jugar. Y está bien, porque ese es su negocio, que todos seamos Banfield, que todos pensemos como Caruso y Falcioni para que, aunque empareje para abajo, el fútbol sea más parejo y no se note que los buenos jugadores duran seis meses antes de irse a Europa y que nos tenemos que conformar con los restos.
El problema no es la Promoción, repito; ni son ellos, Niembro y Olé.
El problema es que nosotros, El Más Grande, el Club de Gallardo, Almeyda, Ortega, Francescoli, Alonso, Passarella, el Mono Más, Fillol, Labruna, Pedernera, Walter Gómez, y tantos otros, lo compramos. La teoría del puntito, del aguante, del huevo-huevo-huevo.
Franco, que tiene 14 años, no. Franco sabe que tenemos que jugarla corta, redonda y al compañero, que hay que tener coraje para marcar pero también para atacar, que de esta salimos sólo jugando, pensando y actuando como River.
Porque seguía siendo River: jugaba a lo River, pensaba a lo River, sentía a lo River. Porque los rivales le temían, los otros hinchas lo envidiaban y todos lo respetaban. Porque si no salía campeón era segundo jugando mejor, porque la selección estaba llena de jugadores del Club.
Entonces el problema no es jugar la Promoción. Quiero decir no es el único problema, que no es el problema principal.
El problema es pensar que un empate con Gimnasia (un Lobo casi descendido) es un buen resultado y hay que cuidarlo. Que un empate con San Lorenzo (un equipo al que le llevamos 21 partidos) está bien. O que está bien cuidar el 1-0 contra Racing, el equipo sobre el que tenemos la paternidad más amplia del fútbol argentino. O que de local, contra Newells, con un jugador más y faltando 7 minutos para que termine el partido, en un corner a favor no haya ningún jugador de River en el área grande.Porque lo importante, nos decían, es sumar.
Y ese es el problema: eso no es jugar como River, eso no es pensar como River, eso no es actuar como River. Eso es jugar, pensar y actuar como un equipo chico. Y los equipos chicos juegan la Promoción.
El problema, entonces, no es la Promoción sino la pérdida de la identidad. Es pensar que de esto salimos poniendo un poco más de huevos. Como si Román o Ferrero o Pavone o Pereyra no pusieran huevos. Como si con eso alcanzara. Como si huevos no pusieran también los jugadores de Almirante Brown.
Pero claro, eso es lo que nos venden Olé y Niembro: Lo importante es el puntito, poner huevos es más importante que jugar. Y está bien, porque ese es su negocio, que todos seamos Banfield, que todos pensemos como Caruso y Falcioni para que, aunque empareje para abajo, el fútbol sea más parejo y no se note que los buenos jugadores duran seis meses antes de irse a Europa y que nos tenemos que conformar con los restos.
El problema no es la Promoción, repito; ni son ellos, Niembro y Olé.
El problema es que nosotros, El Más Grande, el Club de Gallardo, Almeyda, Ortega, Francescoli, Alonso, Passarella, el Mono Más, Fillol, Labruna, Pedernera, Walter Gómez, y tantos otros, lo compramos. La teoría del puntito, del aguante, del huevo-huevo-huevo.
Franco, que tiene 14 años, no. Franco sabe que tenemos que jugarla corta, redonda y al compañero, que hay que tener coraje para marcar pero también para atacar, que de esta salimos sólo jugando, pensando y actuando como River.
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