Hablamos de hace una década.
Yo vivía -en un permanente estado de nostalgia- en los Estados Unidos, no conocía a nadie del mundo de la literatura y escribía. Con rabia, escribía. Con furia. Borracho, casi siempre. Después, preferentemente sobrio, corregía mucho. Y cuando terminaba los textos no sabía que hacer con ellos. Así que los mandaba a concursos que nunca ganaba, a páginas web que ya no existían, a revistas que ni siquiera se dignaban en contestar.
Yo vivía -en un permanente estado de nostalgia- en los Estados Unidos, no conocía a nadie del mundo de la literatura y escribía. Con rabia, escribía. Con furia. Borracho, casi siempre. Después, preferentemente sobrio, corregía mucho. Y cuando terminaba los textos no sabía que hacer con ellos. Así que los mandaba a concursos que nunca ganaba, a páginas web que ya no existían, a revistas que ni siquiera se dignaban en contestar.
Tenía, apenas, un puñado de relatos y una novela a medio escribir, cuando -hace ya diez años- apareció en The Barcelona Review un cuento mío -Media hora- que fue también mi primer laburo en ser traducido. De ahí me llegaron los primeros lectores anónimos, esos que no son amigos ni familiares y que me dieron el empujoncito que necesitaba para no aflojar.
Este mes -5 libros, 49 números y algunos viajes, festivales, entrevistas y premios después- vuelvo a TBR como quien vuelve a encontrarse con un viejo amigo. El cuento se llama Por favor, considéreme un sueño , y pretende homenajear a quien cuando lo escribí no conocía y hoy es un amigazo, Iron Mike Molfino, y espero que el año que viene esté en un libro que debería titularse Nadie es inocente.
Ojalá les guste.
Salud!
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