Escribís y publicás algunos libritos. Y entonces, entre festivales, copas y presentaciones, conocés a otra gente que escribe. De algunos te hacés amigote. Algunos de esos algunos, cuando terminan un nuevo libro te lo mandan, antes de que salga en papel. A veces, entonces, te tomás una birra mientras leés una novela inédita de uno de estos amigos que escriben y no podés creer tu suerte. Porque una vez más ahí está la magia que te fascinó cuando eras el nene que leía a Salgari, el adolescente que se perturbó con Arlt, el jovencito que encontró a Onetti. Pensás: esto es escribir, esto es narrar; la mayoría de nosotros, la mayor parte del tiempo, hacemos garabatitos. Pensás: así se debió sentir el que pudo leer un manuscrito de Hammett.
Qué suerte, pensás.
Y seguís leyendo lo nuevo del hombre duro del Chaco, Iron Mike Molfino
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