Corría 1986, yo tenía trece o catorce años y leía como un poseso. Pero tenía una regla: nunca leer lo que me daban en el colegio. La escuela, creía, era una institución enemiga que quería atrofiarme. Así que no le di bola a Las doradas manzanas del sol y me copié en el examen. Un año después, cuando ya había aprobado la materia, algo despertó mi curiosidad y se lo compré a un compañero. Y fue amor a primera leída.
Fahrenheit 451
El hombre Ilustrado
El vino del Estío
Crónicas
Qué sé yo, tantos... Una voz hermosa, melancólica y simple en un mundo, el de la ciencia ficción, hasta hoy ajeno para mí.
Lo último suyo que leí, hace varios años, fue una novela triste y bella con trasfondo policial llamada La muerte es un asunto solitario.
Solitario.
Solitarios nos quedamos hoy, que el viejo Ray se fue para el otro Barrio.
Y yo acá, llorando frente a la máquina, por que recién ahora sé que sin ser nunca mi escritor favorito, ni mucho menos, fue uno de los que más quise.
Mirá vos che.... que bueno saber que no fui la única que lloró ese día, ese puto día en que mi adorado Bradbury se fue de gira.... el único yanqui pasado, presente o futuro capaz de caerle bien a una zurdita como yo... Ese día de mierda en que descubrí que con las zapatillas nuevas uno igual no puede saltar sobre casas y perros. En fin... q por esas cosas del destino, (estoy laburando, escribiendo algo que nada que ver) y buscando una cita, sobre ese libro diferente que fue La Muerte es un asunto solitario... encontré esta entrada... y la tuve que comentar... Saludos , y ahora que me acordé.... se me piantó otro lagrimón... :(
ResponderEliminarMuchos lo lloramos, Karina.
ResponderEliminarAunque para este zurdito la lista de yankis es mucho más vasta: de Poe a Hemingway, de Tom Waits a Hammett, la lista es larga, larga.
Un abrazo
y
Salud!